Lo que cuenta la exclusiva de la boda Tamara Falcó e Íñigo Onieva: de las disculpas del novio al recuerdo de Carlos Falcó

“Os he hecho sufrir por mis errores a todos vosotros y es algo que no me perdonaré y que compensaré cada día de mi vida”, fueron las palabras del novio a su familia política. Así fueron los tres días de celebraciones de Falcó y Onieva

           

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Este es el nivel periodístico que hay en España, para atontecer a los súbditos del reino.
No tienen nada mejor que hacer.

No son periodistas, son siervos de la oligarquía POLÍTICA y financiera.



LA MONSTRUOSA FICCIÓN JURÍDICA DEL ESTADO PARTIDOCRÁTICO
Texto publicado el 25 de junio de 2019

El Estado de partidos, vulgarmente llamado “partidocracia”, según el fundamento filosófico establecido por los más prestigiosos juristas europeos como Gerhard Leibholz, puede ser definido de la siguiente forma: “figura de ficción jurídica que permite y asegura la permanencia en el poder de una oligarquía política, por un tiempo indefinido, de modo que los votantes jamás puedan revocar o elegir a los gobernantes”. No es por lo tanto una degeneración que resulta de otra forma política, sino una forma específica que lleva ínsita la propia oligarquía constituyente. Es la ignorancia lo que mueve a algunas personas a la creencia de que la partidocracia es una degeneración de la democracia, cuando esto es completamente falso. La democracia es una forma política de gobierno esencialmente distinta al Estado de partidos, cuyas reglas características y constitutivas no guardan relación ninguna con las propias de una oligarquía.

De este modo, a través de la supresión y la prohibición de la representación política que existiría en una democracia o en un sistema parlamentario, se garantiza que voten lo que voten los individuos gobernados, jamás podrán elegir a sus gobernantes, nunca se podrá alterar esa naturaleza oligárquica que constituye el poder, y quedará entronizada en el Estado la corrupción, para que a través de ella sea posible la gobernabilidad de las masas.

Siendo el consenso político necesario en un Estado de partidos y por ello los pactos de gobierno, la corrupción moral que eso conlleva hace que la corrupción económica no sea solamente inevitable, sino que además se haga deseable bajo la perspectiva del poder establecido. Cuanto mayor sea la corrupción económica y el saqueo político, mejor y mayor será la estabilidad del Estado partidocrático. Cuanto mayor sea la degeneración moral y envilecimiento de los gobernados, de la sociedad civil sometida por el Estado, mayor duración tendrá el régimen de poder en una oligarquía de partidos estatales.

Cuando uno comprende este aspecto, no es únicamente que el voto sea observado analítica y objetivamente como inocuo con respecto al poder constituido, sino que, a mayor porcentaje de votantes legitimadores, será aún peor y aumentará más la corrupción y la perversión moral. Esto es lo que hace que todo votante, lejos de ser algo que causa la indiferencia entre quienes luchan por la libertad política a través de la abstención activa, se convierta en cómplice y cooperador necesario de la corrupción, traición y degeneración, y por lo tanto en un enemigo de la democracia como forma de gobierno.

Todo el que está votando en este régimen, lo mismo que el que votaba durante la dictadura militar del general Franco, está manifestando explícitamente su intención política de que no haya democracia, de que no haya libertad política colectiva.

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