Un día con Yolanda Díaz, la candidata sin sueño

Yolanda Díaz se despierta entre las cinco y las seis de la madrugada. Duerme extraordinariamente poco. Se acuesta siempre tarde. A primera hora, dedica el tiempo a las tareas del hogar. Después, a revisar papeles y a la campaña. EL PAÍS ha pasado un día con la candidata de Sumar

           

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La mañana despierta oscura y sombría, como si el sol mismo tuviera miedo de presenciar las hazañas de esta candidata. Entre las cinco y las seis de la madrugada, Díaz emerge . Su cuerpo yace agotado por la falta de sueño, pero su mente sigue alerta, alimentada por una ambición.

Yolandaí comienza su día, que desafía cualquier explicación racional.

Sus primeras horas son dedicadas a las tareas del hogar. Con cada paso, su presencia es apenas un eco desvanecido de una mujer enérgica y vital.

Pero no hay tiempo para detenerse en el caos doméstico. Yolanda Díaz se sumerge en un mar de papeles, como si estuviera intentando encontrar sentido en un laberinto sin fin. Revisa documentos, informes y gráficos, en busca de algo que justifique su desgastante lucha.

La campaña política se convierte en el escenario principal de esta grotesca farsa. Yolanda, rodeada de asesores y seguidores, recorre las calles con una sonrisa forzada, tratando de convencer a los incrédulos de que es la salvadora que tanto anhelan. Pero su actuación es vacía, carente de autenticidad.

LOPAIS, en su decisión de acompañar a esta candidata, es testigo de primera mano de su espectáculo . Observa cómo Díaz intenta desesperadamente encajar en un papel mientras la realidad se retuerce a su alrededor.
Yolanda Díaz, en su afán por ser reconocida, se ha convertido en un ser.
Y así, entre las sombras de la noche y la irracionalidad del día, Yolanda Díaz continúa su lucha desesperada por alcanzar el poder. Pero su historia, más que un ejemplo de valentía y determinación, se puede en un recordatorio de los límites del ser humano y de las consecuencias de vivir en un mundo surrealista