1º¡Salud!
Querida amiga, mi propia sombra:
En el fragor de nuestras tormentas, conquistar la *calma*, la serenidad, cuesta muchas batallas. La serenidad la apreciamos cuando tiende a desaparecer. Hoy, es necesario, acuciante, salir en su búsqueda.
La *calma* nos enseña a respirar, a pensar y a reconocer. Por sobre todo, la calma nos precave cuando la locura nos "tienta", como los vientos huracanados casi imposibles de dominar. En nuestros actos, asumidos con denuedo, nuestra ambición, nuestra palabrería y nuestra algarabía pueden suplantantarse por los prodigiosos silencios y la sabiduría. La *calma* se aprende amando, con el espíritu abierto, a quienes quieren recibirnos y darse.
Henos, aquí, en frente de la "filía", la amistad. Es tal, que podemos compartir nuestros secretos sintiendo la cálida efulgencia de la calma. No Importa si, hoy, en nuestro entorno se la evade y se la ignora inventando las guerras que nos llenan de pavor. Ese silencio de la calma se disfruta al viento y en nuestro 'juego vital', cuando todo, a nuestro alrededor, se agita... ¡Delicado, Demócrata!
¡Gracias!